El disgusto de un granjero
Un hombre llamado Tom salió con aire despreocupado, sin saber que su coche había aplastado los frágiles brotes de mis cultivos recién plantados. Permanecí allí un rato, hirviendo en silencio pero decidida a no perder la compostura. Había llegado el momento de hablar con el Sr. Tom sobre las normas de respeto no escritas. Quizá una charla podría ayudar.

El disgusto de un granjero
Confrontación cortés
Cuando me acerqué a Tom, me di cuenta de que jugueteaba con su teléfono, totalmente inconsciente de mi presencia. “¡Buenos días! “Me alegro de verte”, le dije educadamente. “Sabes, tengo estos carteles por todas partes. ¿Te los has perdido?” Levantó la vista, sorprendido, y su mirada se desvió hacia la señalización adyacente. En su rostro apareció una expresión avergonzada. “No me di cuenta”, explicó, rascándose la cabeza.

Confrontación cortés