Hacia dónde les dirigían los folletos
Me picó la curiosidad, así que volví a leer el folleto, tomándome mi tiempo para procesar cada palabra. ¡Parecía que estaban guiando a la gente a mi tierra! ¡Increíble! ¡Imagínatelo! Estaba abordando un problema sólo para descubrir que había revuelto otra olla. ¡Qué arrogancia tienen algunos! No iba a dejar pasar esto sin hacer una investigación a fondo.

Dónde los dirigían los volantes
Llamando a mi amigo granjero
No perdí tiempo en llamar a James, preguntándole si había visto el mismo anuncio intrigante. En cuanto descolgó, le pregunté: “James, ¿has visto estos ridículos folletos?” Su carcajada resonó en el teléfono. “¡Claro que sí! “Parece que nos hemos equivocado de negocio”, rió entre dientes. Era reconfortante tener un camarada en esta desconcertante circunstancia, pues me recordaba que no estaba sola.

Llamada a mi amigo granjero