Obligándola a salir
Juntas, sacaron a Lena del cuarto de baño y la condujeron al despacho del director. “No pasa nada, Lena”, susurró Hannah, cogiendo la mano de su hija con firmeza pero con suavidad. La directora avanzó a paso ligero, girándose de vez en cuando para asegurarse de que las seguían. Lena, sin embargo, arrastraba los pies, cada paso cargado de desgana, y su expresión hablaba de una inquietud que no podía ocultar. El pasillo, que parecía interminable, parecía alargarse a cada paso, a medida que el peso de la situación se hacía cada vez más opresivo.

Sacarla a la fuerza
Siguiendo a regañadientes
Lena siguió a su madre a regañadientes, aún conmocionada e incapaz de mirarla a los ojos, con la cabeza inclinada y la mirada fija en el suelo. Hannah intentó varias veces captar su mirada, pero Lena evitaba todo contacto, como si el silencio fuera la única forma de alejarse de su madre. “Ya casi hemos llegado”, susurró Hannah, pero la respuesta de Lena fue sólo un pesado silencio, que parecía tragarse cada palabra. Cada paso que daban juntas resonaba como un eco, amplificando la distancia emocional que crecía inexorablemente entre ellas.

Seguir a regañadientes